Por Eugenia Garay Basualdo
Live Forever: the Rise and Fall of Brit Pop se estrenó en el BAFICI de 2004. Había terminado dirección de cine en el CIC y cursaba el segundo año de la licenciatura en curaduría e historia del arte en la UMSA. Conseguí dos entradas de Film Suez para ir a verla en el América de la avenida Callao. Una gran sala de cine que durante mucho tiempo fue la mejor de Buenos Aires. El documental de 2003 sobre el brit pop esclarecía el devenir de una vanguardia artística, pero en ese momento no tenía suficiente distancia histórica para advertirlo. El mundo y la humanidad eran otros y la película brindaba una visión en perspectiva muy reciente. Fuimos con un ex compañero de la carrera de cine, amigo y guionista, Maximiliano Ferzzola. Al llegar observamos varias filas de personas agolpadas en la vereda para ingresar al hall. Entramos con sólo decir que ‘veníamos de la oficina de Gerardo Sofovich’ porque trabajé en su productora de la avenida Quintana como secretaria del gerente general y realizando producción ejecutiva para TV y teatro. Como toda oficina de producción tenía sus contactos y proveedores, y se recibían incontables llamados y obsequios de cortesía. En 2004, su primo Pablo Sofovich solicitó apoyo logístico de la productora para organizar la prensa de su película El Favor. Por esa razón terminé hablando con una persona de Film Suez a la que le comenté que me estaba resultando difícil conseguir un par de entradas para el BAFICI. De la misma forma logré ver a PET SHOP BOYS en un Personal Fest. Nos habían dejado las entradas en la boletería y una asistente técnica de Film Suez nos estaba esperando para conducirnos hacia muy buenas ubicaciones. Sin querer, nos convertimos en la envidia de muchos.
Live Forever (John Dower, 2003) registraba una época en la que aún existían vanguardias artísticas genuinas y posibles de definir, incluso, mediante sus disputas internas. La película focalizaba en una riña entre las bandas británicas Oasis y Blur, los problemas de los hermanos Gallagher, y el ambiente cool que incluía a un descontracturado y casi honesto Damien Hirst (The Physical Impossibility of Death in the Mind of Someone Living, 1991) que daba su percepción de una escena de la que fue parte activa. Como una prolongación renovada de la new wave, el brit pop se unió, sin intención y con ciertas resistencias, para confrontar la música estadounidense, especialmente al grunge, entre mediados de las décadas de 1990 y 2000. En el transcurso de la embestida de esa música ‘yanqui’ difícil de clasificar con una sola palabra, la atmósfera brit pop vivía de acuerdo con los estrafalarios códigos de un jet set que incluía, también, las relaciones públicas con los políticos del momento, como ocurrió entre Tony Blair y Noel Gallagher. Como sea, la mirada en reversa que planteaba el film exponía cómo se fue entrelazando la escena musical británica con modelos famosas, apariciones escandalosas en las tapas de las revistas y pleitos ocasionados por el exceso de protagonismo, características que suelen reiterarse en cualquier movimiento de vanguardia previo a su dispersión y el triunfo de los egos por separado. Los testimonios de productores y críticos de música resultaron esenciales para reconstruir el contexto y otorgar verosimilitud. A pesar de todo, la arremetida del brit pop sobrevivió alrededor de una década como la nueva tendencia o, quizás, la última vanguardia inglesa de música pop, antes de la aparición de bandas como la edulcorada Coldplay y sus canciones para amenizar salas de espera, por solo mencionar un estereotipo sobrevalorado.
John Dower supo aprovechar las personalidades de cada músico para conformar una historia a partir de entrevistas individuales en las que no precisamente se sienten cómodos con las preguntas. Por un lado, estaban los Gallagher con su insoportable disconformidad mutua. Noel Gallagher (guitarra y voz) representaba al músico ofuscado y rudo, perteneciente a la clase trabajadora de Manchester, que se sacrificó por llegar hasta el éxito con su banda. Su antagonista, Liam Gallagher (voz) reflejaba la altanera despreocupación del rock star o pop star cuya presencia en la banda creía imprescindible. No obstante, cuando le preguntaron por su forma afeminada de peinarse y vestirse, sacó su tono más áspero y callejero para frenar el chiste vulgar con su mejor cara de pendenciero. Del otro lado, Damon Albarn tuvo que soportar un reportaje tedioso en el que lo cuestionaron porque en los inicios de Blur se comportó como un adolescente idiota que se dejó llevar por la fama. El rostro de un Albarn maduro respondía por sí mismo. Sin embargo, esa pregunta era necesaria, aunque incómoda, para sostener el conflicto. Aunque el centro del film hayan sido las discrepancias Gallagher vs. Gallagher, y de los Gallagher vs. Albarn, el director reconstruyó la dinámica de la escena artística de aquella época. Añadió los testimonios de Jarvis Cocker de Pulp, probablemente, uno de los últimos decadentistas ingleses con vida, y de integrantes de Sleeper y Massive Attack. A pesar de las diferencias, entre todos configuraban tácitamente el espíritu de una vanguardia que no volvió a repetirse. Una camada de artistas que dio batalla en los noventa confrontando el tanque del grunge con Nirvana, Pearl Jam, Alice in Chains, Soundgarden y otros, y que no dejan de haber sido otra vanguardia. Por solo mencionar un dato, para noviembre de 1992 la revista Rolling Stones decía que Seattle era el nuevo Liverpool.
Los desastres personales de ambos lados del Atlántico y las exigencias de la nueva industria musical, clausuraron una época que, sin dudas, fue más auténtica que la actual más allá del criterio del gusto de cada quien. Un tiempo histórico en el que el fanatismo ocupaba un lugar importante en la vida de las personas porque se sentían identificadas con las actitudes de los ídolos y las letras de los temas, y el brit pop ofrecía eso porque fue una vanguardia crítica de las imposiciones provenientes de los EE.UU. No había ‘seguidores’ impulsivos que desconocen e ignoran lo que ‘likean’ a cada instante en las redes sociales. Era un momento en el que se esperaba con ansiedad el lanzamiento de un disco o el estreno de un videoclip; y la radio y las revistas eran los únicos medios de comunicación. Por entonces, el cine contaba historias y no se dedicaba solamente crear fantasías que idiotizan públicos que solo consumen basura digital pasatista. Una época no tan lejana en que el cine no era un adorno banal, sino que tenía algo significativo para decir. Aún hoy esas películas resisten el paso del tiempo como lo demuestra Live Forever.
Eugenia Garay Basualdo
Live Forever con subtítulos en idioma español y fragmentada en tres partes se encuentra disponible en: https://vimeo.com/user123717733